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P. Calasanz SEÑOR, ¿POR QUEP No olvido que eres· mi Padre Dios. Te pregunto como un niño que no se cansa de oir la voz de su padre. Te pregunto para aprender a vivir. La vida es un camino doloroso y yo no tengo la suficiente ex– periencia para acertar. No quiero preguntar a los . hombres porque también ellos se extravían en un momento de ofuscación y de distracción. Por el momento quisiera saber el por qué de esta sed mía. Una sed que me seca la garganta y me opri– me como una pesadilla. No es del cuerpo mi sed. No sé localizarla, pero noto que me duele por ella el co– razón. Si fuera co·rporal mi sed bebería de bruces el agua sana de esta fuente montesa. O bebería de pie como tus soldados en otro tiempo. Pero no es sed corporal, aunque de rechazo me causa una sensación casi física de soledad y fatiga. Es sed interior, insa– tisfacción, hartura. Y no tengo ganas de beber. Del agua que salta h,asta la vida eterna es mi sed. Ahora lo comprendo. Dame de beber para que no ande con el cántaro a cuestas siempre ardoroso con una sed tremenda de Tí. No quiero pecar contra tu bondad. Cuando te grite iracundo: "Sí, sed, sed horrible, pero dejadme el vaso va– cío", no me hagas caso. Ponme· el vaso en los labios como la madre a su niño enfebrecido. - 87 -

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