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BÚSQUEDA SEÑOR, DAME PULCRITUD Pulcritud, digo. No amaneramiento, ni hipocre– sía, ni gestos medidos. La pulcritud es bella por su espontane,idad. El amaneramiento es un disfraz ar– tificioso. Me da la impresión de la carne congelada que no tiene ya jugo. Te pido jugo, contenido, esen– cia viva. Lo contrario de las sonrisas bobas que ela– boran en serie los idiotas. Te pido buen gusto hasta para mi sinceridad. Que no llame sinceridad a lo que es grosería, ni confianza a lo que es ordinariez. Eso sí, prefiero mil veces la brutalidad de una expresión fuerte a la acaramelada sonrisa ñoña. Prefiero pasar por ineducado antes que componer el gesto y la sonrisa- mueca histriónica - para el pú– blico. Quiero ser sincero, con esa sinceridad que cla– ma con entusiasmo: "Estupendo", sin pensar que es falta de ,educación levantar la voz. Quiero cortesía, pero sin congelar las palabras, sin acicalar la "de– voción" ni componer los rizos ante el espejo. Yo no sé si me comprenderán los hombres, pero prefiero insistir para que quede ,bien en claro que aborrezco la educación en serie. ¿Por qué voy a son– reir con afeites de damisela, si mi obligación es ser masculino, viril, un poco duro? ¿Para qué voy a pro– digar laS' reverencias si lo que se exige es menos "re– celo" y más comunicación? - 72 -