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P. Calasanz SEÑOR, DAME INQUIETUD Pero si por med1da se entiende ausencia de proble– ma,s, no me des medida. Hay quien huye las compli– caciones por miedo. Pobres cobardes que se quedan inmóviles en su sitio y duermen como fas piedras del camino. Les he oído gritar contra los innovadores, contra los revolucionarios, contra los insatisfechos. Señor, si la mefüda va contra la "revolución de los hijos de Dios", contra esa noble inquietud que Cris,to pr,edica y ejemplifica, no, quiero medida. Yo sé que los "envejec1dos", los que defienden a capa, y espada los últimos reductos de su .pe,reza te ofenden en la niña de tus ojos. Si has venido a traer fuego a la tierra, no tienes nada que ver con los atr•a– sados, con los fríos, con los "contertulios·" que se pa– san la vida sin atizar la llama. Dios mío, te pido inquietud. Nada de "novelerías". Que viva en mi tielill)o, que palpite con los proble– mas de mi tiempo, que escuche a los hombres de mi generación. Y que sepa contestar a sus preguntas con humanidad, sin anatemas ni leyendas piadosias. - 65 -

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