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P. Calasanz ---------------- --------------------- SEÑOR, POR LOS JOVENES Me desperté con los ojos Henos de tus manos. Estabas junto a mí y jugabas a juegos alegres, a ver si te conocía. Sefi.or, la juventud te reconoce siem– pre. Es posible que te deje de cuando en cuando por la ley del primer plano: la vida que ti'ra, el corazón que exige. Pero en el fondo la juventud es tuya. Sí, Sefi.or, Tú eres la alegría de la juventud. Es ley de vida sofí.ar cuando la vida sonríe y brinda con la copa levantada por la felicidad. A la juventud le ha tocado por herencia el suefi.o, la aventura, el mundo abierto delante de los ojos. Casi todo bienes irreales, .pero (Prometedores, fascinantes, bellos. Es cierto que los jóvenes no tienen aún la experiencia de la madurez, ni la discreción de los desengafíos, ni la astucia de la serpiente. Pero tienen capacidad de admirar y poder de amor para imitar lo que es heróico y ejemplar. Después de todo hay que bendeeir la ignorancia de las miserias humanas: el resquemor, las miras rastreras, las "zancadillas". Si la madurez es enfren– tarse con la hipocresía y la mentira, déjame libre en la juventud con sola la herencia de tu alegría. - 59 -
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