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P. Calasanz SEÑOR, TU PROVIDENCIA El avaro vigila codiciosamente sobre su tesoro. Y cuando le vence el sueño, no e:s para soñar en visio– nes pacíficas, ni en áng,eles ni en gloria. Una fiebre mala le mantiene en vela y le llena la imagen de pesadillas. Yo no quiero, ser como el avaro enfebrecido y tor– turaido por una sed que no se sacia. Quiero dormir a pierna suelta después de la jornada de cada tra– bajo duro. Y trabajar para vivir, sín excesivas pre– ocupaciones .pam ,el día de mafíana, porque bastan– tes ,sobresaltos ofrece el día presente. Si cuidas a los pajarillos que no tienen graneros y das vestido va– poroso al lirio que no entiende de hilar, yo sé que me amas más que a los pajarillos y más que a los lirios que fenecen .al cabo, flor de heno. Yo tengo un alma inmortal que me hace supe– rior a los seres del universo. Tengo un corazón con cab1da para tu amor y tu gracia. Y he nacido para gozarte. Aún de!l'pués de pecar mandaste que me trajeran un anillo nuevo y brillante, sandalis.s y mú– sica. Señor, yo sé que Tú eres nuestro Padre Dios en cuya compairación son malos nuestros padres te– rrenos. Que cumpl_a tu plan de amor sobre mi vida. Y que te sirva con renovado afán de amor. - 57 --

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