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P. Calasanz SEÑOR, POR LOS OCIOSOS Los he visto asomados al puente. Mano sobre mano en la plaza. En una pereza que inspiraba susto y com– pasión. Eran parados. Hombres sin colocación. Her– manos sin trabajo. Y me a,cordé de Tí. De los opera– rios que esperaban la contrata en la plaza mayor del pueblo. El puente, la plaza mayor, la tertulia es lo más a propósito para envenenarse la sangre porque la ociosidad es madre de todos los vicios infrahumanos. E'l ocio es teneno fácil para la murmuración y para la intriga. Y:o compadezco a los pobres-pobres que no tienen ni riquezas ni gracia. Al fin y al cabo la pobreza voluntariamente aceptada lleva a Tí. Pero esa pobreza insultada que envenena la sangre no tiene mérito al– guno. Los campos resecos han sido salados por las blasfemias. El mar ha sido empobrecido por las bo– rracheras. Asi no me extraña que el pobre sea un po– bre diablo. Porque sin tu temor, la pobreza es una estupidez y una maldición. - 55 -

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