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P. Calasanz SEÑOR, DAME PONDERACION ¡Qué acierto lo del _"hombre veleta"! La veleta se mueve a todo viento. Gira sin nor– ma. Se pone al viento que más sopla. Es veleta. En una pieza de hierro, la alborotada silueta de un ga– llo. El gallo de las ~eletas es un gran fantoche que pasea su vanidad sin saber nunca lo que quiere. Igual algunos hombres. No tienen ideas propias. No tienen decisiones propias. No tienen voluntad propia. Viven de prestado. Su misma conciencia es de alquiler y se puede prescindir de ella a capricho. Me repugnan los hombres veleta, que cambian de opinión innumerables veces. Como si no hubiera pa- - labra de caballero en el mundo, se rigen por la in– formalidad y la, inconstancia. •Cualquier viento los mueve de sitio. El hombre vele,ta mariposea, se fa– tiga, cambia, pero no hace un acto de verdadera hombría. Señor, para que no sea juguete del vtento, de la opinión ajena, de los cálculos de los sln conciencia, te pido ponderación. Que no sea vano, irresoluto, ca– prichoso. Que no sea tonto. Que ,piense las cosas Y que viva con criterio y seriedad. - 47 -
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