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BUSQUEDA que vienen a escuchar, no en son de amigos, sino pa– ra cogerme en alguna inexactitud. Lo sé por expe– riencia, mi Dios. Hay hombres que no comprenden la ironía, ni la broma, ni la alegría buena. Son como árboles secos q_ue no saben más que quejarse ¡ Po– bres fracasados que disfrutan cuando fracasan tam– bién los demás! Hay corazones perversos que tergi– versan la frase para convertirla en acusación. Se– ñor, esto me. repugna porque es indigno, injusto y poco iimpio. Ha.zme prudente y guárdame en el jus– to límite: donde está agazapado el lobo para roer las entrañas de los incautos, donde se esconde el crimi– nal con la espada desenvainada, donde se esconde la trampa de las tierras en desprendimiento. Señor, hazme prudente. Pero que no pierda es– pontaneidad, ni convicción ni confianza en que el hombre es capaz de regenerarse. Que nq sea pruden– tote como el hombre seco y sin corazón que calla como un viejo zorro para no comprometerse nunca. Que no sea de los prudentes oficiales que miden sus sílabas y se callan por miedo a ser sorprendidos. Y si la prudencia fuera - como opinan algunos pesimistas - frialdad para con el prójimo, testaru– dez para vivir varios siglos atrasado o mala volun– tad de acusación para el hermano, entonces no me des prudencia, dame sencillez aunque tenga que su– frir por culpa de los perversos. Dame la prudencia tuya que es compatible con el martirio y con la grandeza de alma.

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