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BUSQUEDA SEÑOR, QUE VEA Los hombres son indiferentes al don diario de la belleza, mi Dios. No tienen imaginación para ver la belleza. Olvidan temerariamente que "la verdad tam– bién se inventa". Hacen mundos ficticios, infinita– mente menos bellos que el que hiciste Tú. Y desper– dician el banquete de tu amor, teniendo la mesa tan espléndidamente servida. Yo quisiera recitar el pregón de la vida. Quisie– ra elevar mi voz para gritar que la vida es bella, que vivir es un don de Dios, más incitante que cual– quier novela. Más ilusionador que cualquier cuento de hadas. Pero casi me arrepiento de mi ingenuidad. Los hombres han hecho la felicida;d a su modo. Prefieren el bullicio de una sala de fiestas a un pai– saje nevado o a la maravilla de un niño entre los brazos. Prefieren dormir su sopor ante unas copas de cognac a una alegría menos gruesa y más limpia. Se quedan con los fuegos de artificio porque no vie- - 38 -
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