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P. Calasanz SEÑOR, DAME TU PALABRA No quiero ser locuaz como muchachita cursi. No quiero hacer oficio de gacetillero. Me repugna el hom– bre descortés que se acapara la conversación. Es in– sufrible ese no saber escuchar, tan frecuente, y ese llenar el diálogo de vulgaridades. Quiero tu palabra cortés, profunda, humana. Y aquella expresión varonil que abrasa como una es– pada de dos filos. Que mi palabra tenga nervatura y tendones y carne viva. Que se parezca un poco a tu palabra que hizo las cosas por lo bien que las dijo. Dios mío, te pido sólo esto: que cuando diga "luz" me nazca la luz del corazón y me llene los !rubios de buena voluntad. Que cuando diga "rosa" me huela deliciosamente el aliento y se me llenen los dedos de ansia de dar. Que cuando diga "corazón" sienta que tengo corazón abierto al mundo y a la caridad. Dame tu palabra, Padre mío Dios. - 19-

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