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P. Calasanz SEÑOR, DAME DULZURA He oído tu voz: "Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón". Quisiera ~mitarte con )a segu:– ridad del amor que aciertá siempre. Por eso te pido esa dulzura viril que se llama caballerosidad para defender a la dama, al niño, a la flor del camino: a todo lo que es frágil y bello. Igual que Francisco de Asís que se enterneció ante el pobre gusanillo que ¡ (!. iba a pisar y le salvó la vtda. Da.me una dulzura, lo suficientemente humana, que sepa huir la pegajosa melosidad y la transigencia cobarde. Dulzura de la– bios adentro, lejos de la acaramelada insulsez de los salones. Enséñame, Dios mío, mi Maestro interior, · a le~ vantar al hermano caído sin echarle en cara sus caí– das y el favor que le hago al levantarlo. A dar li– mosna, pero sin pregonar en letras de molde que soy caritativo. Enséñame a decir la palabra precisa al hermano pecador, a la pobre rriuJér caída, al amigo contrariado. Dios mío, dame dulzura para..·que sepa compor– tarme siempre dignamente. - 11 -

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