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IJ'. Calasanz SEÑOR., POR. LOS RENCOR.OSOS ¡ Cómo me apena el mal entre los hombr,es ! Por algo pediste. tú al Padre que nos libertara del mal. Los hombres tenemos el alma en. carrie v\va. Y cual– quier arista nos piroduce un escozor o una llaga. Cada . zarza del camino nos punza con crueldad,. el día en : que sin saber por qué formamos en la fila, de los de la "acera de enfrente". La ofensa es como esa espina negra que deja en el dedo su dolor. Después vino lo demás: la hincha– zón, el malestar sordo, la fiebre. Y quizá la gangre– na. Hay que tener ·un corazón magnánimo para sa– ber quitarle importancia a los roces de cada día. Porque, de lo contrario, sufre la caridad. Y donde se ofende a la caridad se ofende a Dios. Conozco a un cristiano que aconseja la gratitud para la ofensa. Y rezo una oración hermosa para el tiempo de la injuria: "Como ,el almendro florido has de ser en los rigo,res: si un duro golpe recibe brota una lluvia de flores." - 109 -

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