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P. Calasanz SEÑOR, DAME TU LUZ Que vea, Dios mío, pero compréndEme. Protesto contra el ansia desordenada de curiosids.des. Quisiera una vida intensa de fe donde vivieras Tú para anular el impudor, la frivolidad, el pecado. Señor, que me duele la intimidad vendida como mercancía en ace– ras, salones y "actos literarios". Yo quiero tu luz. También la del hern:ano Sol, ale– gre y robusto. La luz de la luna, "hermanita lumino– sa de la caridad". La luz de los cielos estrelládos que cantan la gloria de Dios. Esa luz tuya que da pe:!'fil escue,to a·1a rosa y a las pupilas misteriosas del hom– bre. La luz tuya que gula con certeza por los caminos - del deber y evita la caída al precipicio, donde caen siempre los ciegos que se fían de guias ciegos. Dios mío, a mí dame la luz que se c:ava sobre el celemin para que alumbre a todos. La luz que esclare– ce, fecunda y quema. Siento como el pJeta que, de cuando en cuando, 1se apaga mi hogar. Te pido que, aunque no tenga artificiosas llamaradas, dé luz. Como le rncedió al poeta: "Creí mi hogar apagado. Revolví la ceniza. Me quemé la mano." -9-

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