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P. Calasanz SEÑOR, DAME SERENIDAD Ser hombre es vivir con el alma en vilo. Con la atención tensa. Con el suefí.o atormentado. Hay que armonizar la corporeidad del cuerpo con la e:,piritua– lidad del alma. Y de aquí nace la lucha. El cuerpo tiene sus leyes físicas. El alma tiene sus ansias espi– rituales. Dos mundos, dos leyes, dos formas de ser. Pero un solo hombre. De aquí la inquietud. Al pedirte serenidad no te pido quietismo, ni ca– rencia de problemas. Quiero vivir inquieto por ser– virte mejor, como el tratante que busca el medio de hacerse rico, ya que Tú eres la mejor ganancia. Quie– ro "revolucionar" los métodos anticuados, con cari– da,d para las personas pero con un íntimo coraje con– tra las- formas caducas. Quiero vivir al día, no sea que por mi pereza y por mi cobardía dé la impresión de que no tienes nl3ed,a que hacer en nuestro mundo. Señor, danie·sere:nidad, pero á costa de una lucha ,-,,-,107 -

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