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B USQ UEDA SEÑOR, DAME SONRISAS Dicen que el mundo va de mal en peor. Y se ex– plica: las armas no pueden dar la paz verdadera. Las armas aumentan la tensión entre los pueblos. Quien tiene las armas en mano es que no confía en sí mis,– mo ni en los demás. ¿No mandaste Tú a Pe,dro que metiera la espada en la vaina? A pesar de ello, los hombres siguen guerreando, luchando, matándose. Y no brilla la luz de la paz. Yo quiero transformar al mundo. El mundo físi– co y el mundo de las almas. Quiero que haya más arados y mer,os espadas. Más pan y menos energía bélica. Más caridad y menos reuniones internacio– nales. Más som1isas y menos arrugas sobre la frente. Pero, entiéndeme, Señor.• Aborrezco la sonrisa .compuesta al espejo. Las buenas palabras que se quedan en palabras. Amo, en cambio, la mansedmn– bre, la cordialidad, el interés caritativo de unos hom– bres para con otros. Amo la sonrisa que penetra en el alma y la transforma con su simpatía y con su calor. ¿No has visto cómo se transforma el rostro del obrero al sonreir a su hijito? Dame la sonrisa verdadera que conquista para el amor fraternal. Ayúdame a conquistar corazones para la unidad a base de mansedumbre y cordiaUdad. - 106 -
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