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COMENTARIOS RADIOFÓNICOS EN COPE-ASTORG-A Vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario (Mt 22, 1-14) "El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó el banquete de boda para su hijo" Así comienza una de las más céle– bres parábolas del evangelio. En todos los pueblos la amistad, el afecto y la convivencia se expresa a través de la comida en común. Nada, pues, de extraño que Jesús compare el Reino de Dios a un banquete de boda. La imagen está muy arraigada en la historia de la salvación. La trama del relato está llena de intrigas y de sorpre– sas. En primer lugar, la invitación va dirigida a todos, pero los invitados rehúsan: unos se encogen de hombros, tienen otras cosas más importantes que hacer; otros se irritan ante tamaña invitación y se deshacen violentamente de los mensajeros. En segundo lugar, el rey sigue adelante con su invitación: los criados salen de nuevo e invitan a cuantos encuentran, buenos y malos. En tercer lugar, la sala se llena, pero cuando el rey entra, ve a un individuo sin el traje de etiqueta y lo hace expulsar. La parábola encierra dos nive– les entrelazados: el nivel histórico y el nivel actualizante. El pri– mer nivel se refiere a Israel, el pueblo elegido desde antiguo, que rechaza al Mesías y su mensaje; sin embargo, los otros pueblos, los lejanos, lo buscan y lo encuentran. En el nivel actualizante, la parábola es sobre todo una llamada que debe hacerse realidad en cada momento de la historia humana. El evangelio se dirige "aquí y ahora" a cada hombre, a cada ser humano y le dice que la hora es decisiva, porque de esa palabra depende el destino de cada per– sona. Y frente a esto no hay cosas más importantes que hacer; no puede uno distraerse, no cabe indiferencia y menos aún la oposi– ción violenta, porque Dios seguirá escribiendo derecho con líneas torcidas. Todos son llamados, pero no todos son elegidos. El haber entrado en la sala no es una garantía absoluta, hay que estar en orden, vigilantes y convertidos según las exigencias del evange– lio. Quien no actúa en conformidad con la llamada, es decir, el que no lleva el traje de bodas no puede participar del banquete de 85

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