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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO ricos, sanos y enfermos, judíos y paganos. Nuestras relaciones con Dios no pueden expresarse en términos de justicia, sino en térmi– nos de gracia y misericordia, La parábola hace una llamada apre– miante a la solidaridad, a la alegría, porque la gracia de Dios llega a todos aquellos que en cualquier época de su vida se abren al reclamo del Reino A todas las horas del día Dios pasa al lado de los hombres; a todos les propone lo mismo. Para él siempre es hora. Lo único necesario es responder a su llamada, "No me está permitido, dice el dueño, hacer lo que quiero con lo mío? ¿O es que eres envidioso porque yo soy bueno?". Vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario ( Mt 21, 28-32) La parábola que comentamos hoy es un calco perfecto de lo que suele suceder aun en las mejores familias. Aparecen dos jóve– nes bien distintos: uno muy educado, risueño, respetuoso, dicha– rachero y ceremonioso; o.tro turbulento, inquieto, rebelde, contes– tatario e ineducado. El primero dice a todo que sí, pero es un zángano; el segundo dice a todo que no, pero luego resulta muy eficiente y trabajador. Éste último recibe la confianza del padre, porque realiza sus deseos. Una primera lectura de la parábola seria ésta: "No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial." Lo que cuenta en definitiva es hacer, no la aparente disponibilidad hipó– crita y estéril. Hemos de presentarnos en la casa del Padre no con la verdad bajo el brazo, sino con la verdad traducida en hechos, encarnada en obras. Muchos creyentes concelebran diariamente la eucaristía, desgranan interminables plegarias, rosarios, novenas, pero su religiosidad no deja impronta alguna en el entorno en que viven. Hay que unir necesariamente culto y vida, rito y obra, con– virtiendo en realidades tangibles y palpables los valores del evan- 82

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