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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANGELIO bamos que hemos estado perdiendo el tiempo. En una vida sin sentido no tienen sentido ni las preguntas ni las respuestas. Vigésimo tercer domingo del tiempo ordinario (Mt 18, 15-20). El evangelio de este domingo encierra aleccionadoras ense– ñanzas para nuestra situación actual. La comunidad de entonces lo mismo que la de ahora, compuesta de personas de carne y hueso, lucha por ser fiel a sus compromisos esenciales. En ella hay rivali– dades, escándalos, tensiones y claudicaciones, pero también exis– ten vivencias que intentan transformar, purificar, impulsar la fide– lidad y la cohesión. Todos y cada uno de los miembros de la comunidad deben esforzarse por buscar y acoger a los extravia– dos, como en la parábola de la oveja perdida. Nadie puede descali– ficar a nadie.Con relación al pecado hay que seguir los pasos que indican la delicadeza y carácter público del pecado: primero, corre~ción entre amigos si ésta resulta ineficaz, entonces correc– ción delante de dos testigos; si ésta fracasa también, debe ser la autoridad la que toma cartas en el asunto. Pero, más que fijarse en estos aspectos jurídicos, hay que tener en cuenta la postura de la comunidad para con los que rompen la armonía, la justicia, el amor. La finalidad de la denuncia y de la corrección es siempre la de ayudar al hermano y tomar conciencia de su estado de separa– ción, a fin de que pueda integrarse en la vida comunitaria. El obje– tivo consiste también en crear en los extraviados desasosiego, un malestar anímico, porque es precisamente ahí donde Dios se inserta y mueve al retomo alegre y confiado, como gráficamente se describe en la parábola del hijo pródigo. Con demasiada fre– cuencia comprobamos que la vida de muchos cristianos es un escándalo para muchas personas que no creen. Por otra parte, existen cristianos, sean intelectuales o gentes menos instruidas, que pronuncian palabras duras e hirientes acerca de la comunidad, 78

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