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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO Décimo séptimo domingo del tiempo ordinario (Mt 13, 44-52) Con tres breves parábolas o comparaciones, el tesoro escon– dido, la perla preciosa y la red barredera, el evangelio nos llama a la acción responsable, al compromiso vital, al dinamismo creador y transformante. El punto central del relato está en la alegría de haber encontrado algo que satisface las aspiraciones del corazón humano. Este es el motivo que impulsa al discípulo a abandonarlo todo y adherirse al nuevo hallazgo. El tesoro es el Reino de Dios, y por tanto, el mismo Dios. Quien halla a Dios, halla la verdad y la vida. Dios es la suprema realidad que da sentido a todo, que orienta definitivamente la existencia humana. Por eso el hombre se desprende de todo lo que tiene, es decir, encauza su vida entera por este camino que sabe conduce a un fin concreto y determi– nado. Intenta transformar las realidades según este punto de refe– rencia estable y permanente. Intenta liberarse él mismo y liberar a los demás de las trabas y ataduras que impiden caminar por los senderos de Dios. Cuando el creyente no acepta el desorden esta– blecido, sino que trabaja por la justicia, cuando grita a favor de la libertad y de la paz, cuando a la violencia opone el amor, a lamen– tira la verdad, al egoísmo la entrega generosa, está vendiendo lo que tiene para comprar el tesoro escondido y la perla preciosa. Dios está con él creando todas las cosas y actuando en el mundo los valores del evangelio. El mensaje tiene que hacerse vida. No puede permanecer en el terreno de la inteligencia, ni tampoco en el terreno de un vago sentimentalismo. Todo ello tendrá repercu– sión definitiva en el juicio descrito con el símbolo de la red barre– dera. Se trata del mismo problema que en la parábola de la cizaña y el trigo, comentada el domingo anterior. La red recoge toda clase de peces. Es en la orilla donde los pescadores hacen la selec– ción. Se trata aquí únicamente del juicio, ya no existe posibilidad de conversión; allí si, es decir, en la parábola de la cizaña. y el trigo. Ambas parábolas, sin embargo, llaman a la responsabilidad, 70

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