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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(rELIO Proyecto de vida que compromete a todos los seguidores de Jesús, y que se realiza no en la región de los sueños, sino a la orilla del camino, en donde vive, sufre y se afana el hombre, en la vida cotidiana. Décimo cuarto domingo del tiempo ordinario (Mt 11, 25-30) El trozo evangélico que comentamos ha llevado en el trans– curso de los siglos a millones y millones de creyentes el consuelo, la luz, la alegría y la orientación definitiva. En él se hacen tres afirmaciones fundamentales que compendian el misterio de la res– ponsabilidad humana ante el misterio de la misión reveladora de Jesús: solamente Jesús puede manifestar el verdadero rostro del Padre, este rostro que esconde a los sabios y prudentes, y se pro– yecta radiante sobre los pequeñuelos; todos los agobiados y fati– gados pueden hallar en Cristo alivio y sosiego. Hay una contrapo– sición estremecedora entre pequeños y sabios; ¿quiénes son unos y otros? Los sabios y prudentes son las clases privilegiadas de la casa de Israel, los expertos en materia religiosa, los fuertes en riqueza y poder, que no quieren aceptar en una misma comunión de vida y destino a los pobres, a los marginados, a todos aquellos a los que la ley judía desprecia y posterga. Son aquellos que lo saben todo, que creen tener derecho a todo, porque poseen el poder, la ciencia y la riqueza. Éstos no pueden comprender nada, porque su orgullo, su autosuficiencia les ciega la vista. Consiguientemente los pequeños son aquellos que se abren con sinceridad al mensaje evangélico, porque no están cegados por apoyaturas o falsas seguridades, por tantos espejismos e idolatrías que llevan inexorablemente a la cerrazón y a la ceguera esterili– zantes. Para comprender el orden nuevo de Jesús, más que inteli– gencia se necesita corazón; más que razonamientos lógicos se necesitan vivencias de amor; más que conocimiento teóricos se necesita apertura de espíritu a la Palabra que invita al cambio pro- 66

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