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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO fue la aspiración suprema del hombre antiguo, aspiración plas– mada en el mito griego del héroe que intentó llegar hasta el sol con sus alas de cera. Se trata en definitiva de las_preguntas esenciales: ¿Quien soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde camino? Según los evangelios, el hombre, como Jesús, viene del Padre y vuelve al Padre, viene del Amor y vuelve al Amor. El relato nos dice que Cristo ha terminado su ciclo terrestre y ahora vive para siempre junto Dios. Pero vive también en la comunidad creyente. Se per– petúa en la historia a través de la acción misionera de sus seguido– res y en la presencia activa y fecunda del Espíritu. Los discípulos deben dispersarse por los caminos del mundo para anunciar la ale– gre noticia: Cristo ha resucitado y con su resurrección todo se explica, el universo ya no es lo que fue, la naturaleza recibe otro sentido, los hombres, nosotros, no seremos nunca lo que fuimos: "Id y haced discípulos de todas las naciones." La expresión no sig– nifica que necesariamente todos hayan de convertirse. Lo que importa es que el pueblo de Dios esté presente entre todos los pue– blos, como fermento en la masa, como luz entre las tinieblas, como sal que cura, preserva y sazona. Aunque Cristo ha desapare– cido del horizonte terrestre, sus discípulos saben que él sigue con ellos y les impulsa a convertir en realidad los valores eternos del nuevo orden por él inaugurado. En la calle, en el trabajo, en vaca– ciones, el creyente debe ser el enemigo del absurdo, el profeta del sentido, como bellamente se ha escrito. Es el Espíritu renovador de la Pascua el que da orientación transcendente a nuestra tarea de hombres comprometidos con las lágrimas, el dolor, la nostalgia, la ansiedad, el trabajo de nuestros hermanos. Domingo de Pentecostés (Jn 20, 19-23). El evangelio de este domingo nos muestra de modo gráfico los sentimientos de una comunidad encerrada en sí misma des– pués de la muerte del Maestro. Es un grupo de gente que se reúne 56