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COMENTARIOS RADIOFÓNICOS EN COPE-ASTOR(j-A Domingo de Resu:r:rección (J n 20, 1-9) ¡ Cristo ha resucitado! Éste es el grito entusiasta que repiten hoy las campanas de todas las torres de la tierra. Junto al sepulcro, el ángel sigue transmitiendo la gozosa noticia a un mundo angus– tiado e insatisfecho. "No busquéis entre los muertos al que está vivo. No está aquí, ha resucitado". Jesús muere hacia las tres de la tarde, una tarde de primavera. Como semilla que cae en tierra, como levadura que se confunde con la masa, como sal que se diluye, como llama que tiembla ante las tinieblas. Pero la tierra, la masa, las tinieblas harán que esa vida se multiplique, que el grano eclosione en millones de espigas. Nuestros contemporáneos, en medio de la angustia, de la desesperación, de la soledad aplas– tante, se preguntan como el atribulado Job: "si un hombre muere, "¿volverá a vivir"? Se ven atrapados en la misma trama envol– vente del antiguo racionalismo griego, donde la razón aparece como el único criterio y consideran con orgulloso desprecio todo lo que no se ajusta a sus propias normas. No estamos en el ámbito del conocimiento sensible y científico. Se trata de creer y no de ver o saber. El que busca pruebas para dispensarse de la noche de la fe, no las encontrará. Las objeciones son siempre las mismas con distintos disfraces. Pero fundadas todas en la oposición perti– naz a dejarse penetrar por la luz que desde fuera ilumina y trans– forma, por la voz reveladora simbolizada en la presencia del ángel junto a la tumba vacía Todo esto lo vemos plasmado en la pinto– resca escena que nos presenta hoy la Iglesia en su evangelio. Pedro, responsable de la comunidad naciente, y el discípulo amado, representante del verdadero creyente, se empeñan en una carrera de obstáculos hacia el sepulcro para descubrir la verdad de lo que está pasando ... El discípulo amado, depositario del testa– mento de Jesús junto a la cruz, testigo de sus dolores y de su muerte, seguidor impertérrito hasta el final, comprende el miste- 47