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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(j-ELIO vivo. Tenemos que renacer, adquirir otra vista, tenemos que lavar– nos en la piscina de Siloé para que surja el hombre renovado. La fe consiste en aceptar a Cristo como enviado que da la vida autén– tica. Pero la fe no es sólo ver a Jesús, implica también la escucha atenta y fecunda de su palabra, palabra que llega a nuestra vida precisamente en el momento en el que la obscuridad ciega cual– quier salida digna y razonable. De este modo la fe lo cambia todo, porque mediante ella el hombre sabe quién es, hacia qué parte se dirige, por qué lucha codo con codo con sus hermanos. Se ha dicho que la fe verdadera no deja nunca las cosas como están: desplaza las montañas o transforma las personas. No hay razón para que se des– placen las montañas, pero el hombre de fe sabe que cada aconteci– miento, cada acto es una afirmación de progreso y de vida. Quinto domingo de Cuaresma (Jn 11, 1-45) La resurrección de Lázaro, hermano, de Marta y María, que nos recuerda este domingo quinto de Cuaresma, tiene resonancias siempre actuales en la comprensión del misterio de Cristo, y al mismo tiempo es una radiante llamada a la esperanza y al compro– miso del creyente. Lázaro vuelve a la vida. Jesús es el heraldo, gracias a su extraordinario poder, de tan sensacional noticia. Lo maravilloso de la noticia está en que este signo es anuncio de la verdadera resurrección, de la transformación misteriosa y glo– riosa, de la plenitud de vida que nunca tendrá fin. El centro que unifica y da sentido al relato evangélico son las palabras de Jesús a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí aun– que muera, vivirá, y quien vive y cree en mí, no morirá jamás". Jesús habla en presente: la nueva vida ha llegado ya y soy Yo. Hoy vivirá tu hermano; y hoy vivirás tú si tienes fe. El encuentro con Cristo, que es la resurrección y la vida, exige la decisión de fe. El 44

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