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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANG-ELIO distintas con relación a la historia del pueblo judío y a los valores fundamentales que dieron sentido a esa misma historia. La mujer samaritana representa a toda la humanidad que busca la felicidad, que busca el agua que apague definitivamente su sed. El hombre se ha convertido en el esclavo antiguo que da vueltas a la noria para sacar del pozo el agua que nunca apagará su sed, en el eterno angustiado de Antonio Machado: "Bueno es saber que los vasos/ nos sirven para beber/lo malo es que no sabemos, para qué sirve la sed". Jesús da la respuesta anhelada: "Quien beba del agua que yo le dé, nunca ya tendrá sed". Beber su agua es comprender que hay muchas cosas en la vida que nos entretienen, que nos calman momentaneamente, pero que no resuelven definitivamente los graves problemas de nuestra existencia. La mujer impetuosa, curiosa y anhelante, exclama: "Señor, dame agua de ésa para que no tenga sed ni venga aquí a buscarla".-La respuesta de Jesús es chocante y paradójica. Le dice: "Vete a buscar a tu marido y vuelve aquí". Pero ella no tiene marido. La samaritana transfor– mada vive con alguien, como antes vivió sucesivamente con otros cinco. Se trata de pasar la vida alegremente, sin compromiso serio alguno. Jesús invita a beber la vida, es decir, a mirar detenida– mente en el fondo de nosotros mismos, para abandonar todo aque– llo que nos ata, que nos esclaviza, que nos impide realizarnos según el designio divino. Para seguir a Jesús es necesario soltar muchas amarras, vivir en la clara consecuencia de los principios evangélicos. Todo el relato se orienta a la proclamación de Jesús como Mesías. Mujer, todo lo que anhelas, todo lo que buscas está en mí: la vida, el agua, el pan, la luz, en mí se cumplen y hallan sentido todas las esperanzas del hombre. La samaritana, transfor– mada, deja su cántaro junto al pozo. No llega el agua material, porque el agua de vida de Jesús colma definitivamente su sed. Deja el cántaro y deja al marido. Esto quiere decir que la fe no admite chapuzas ni componendas; seguir a Jesús exige "luz y 42

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