BCCCAP00000000000000000000728

REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO línea el dicho evangélico intentaría retratar al discípulo como rea– lizador de una función casi esencial en la vida diaria que, de no cumplirse, haría que el discípulo fuese rechazado. El discípulo tiene que hacer visible en su vida la fuerza purificadora del evange– lio, demostrar que el amor nuevo es posible e imperiosamente nece– sario. Para ejercer su función, la sal debe hallarse en disolución, es decir, disuelta e incorporada a otra cosa. Pero también "ser sal de la tierra" significa vivir críticamente, en el sentido de vivir de modo distinto, acentuar ciertos valores, aunque sea en contra de lo que "todos dicen, piensan y hacen". De este modo la sal permanecerá incontaminada y con capacidad para curar, preservar y sazonar. Jesús compara igualmente al discípulo que debe dar luz. Es una referencia clara a la conducta recta y consecuente, al testimonio en los múltiples aspectos de la vida familiar, social y política. Todo el que no vive en conformidad con los principios evangélicos es como el hombre que enciende una lámpara y la esconde debajo del cele– mín o en el frigorífico. La condición del verdadero discípulo se funda siempre en esta función apremiante: el servicio a los demás, el servicio al mundo de los hombres y mujeres. Porque llamarse cristiano y no vivir conforme al evangelio del Reino de Dios es sen– cillamente hacer el ridículo. La única esperanza que el mundo tiene, cuando se desmoronan estrepitosamente todas les ideologías y todos los ismos, cuando se propugna un nihilismo radical y destruc– tor bajo el sibilino lema "todo vale, todo es lícito", la única espe– ranza, digo, es el testimonio de la vida de los cristianos plenamente comprometidos. Pero tampoco podemos pensar que la "sal de la tie– rra" está reservada a una categoría especial de seres humanos; la "sal de la tierra" podemos encontrarla en cualquier parte y recibir de los demás una fuerza inusitada para vivir. 38

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz