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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANG-ELIO tos ritos, y de pronunciar ciertas fórmulas de oración. El segui– miento de Jesús tiene una sola puerta, que no es fácil ni amplia, pues exige a todos, sin distinción o privilegio alguno, el cambio de conducta, un cambio profundo y continuado. El juicio, es decir, la separación que propone Jesús no se basa en la pureza de la sangre, ni en la práctica del culto, ni en la fidelidad a las prescripciones de la Ley, sino en la actitud hacia el hombre. Los medios de comuni– cación denuncian una y otra vez la gangrena de la corrupción generalizada, en el deporte, en la economía, en las relaciones sexuales, en los atracos y secuestros, en el terrorismo sangriento, en el entramado social de una vida crispada y violenta en exceso. Puesto que somos hombres, estamos expuestos a desviarnos y fallar. Pero hay que tener la valentía de reconocer el fallo. El evan– gelio de este domingo nos dice que el cambio es posible; vale la pena intentarlo, pues como dijo Goethe, "arriesgarse atrevida– mente es ya ganar, ya mi obra está terminada, las estrellas brillan para mí como soles; sólo para el perezoso es de noche". Tercer domingo de Adviento (Mt 11,211) En estos tiempos convulsos, llenos de zozobra e inquietud, de inseguridad y desorientación, el evangelio de este tercer domingo de Adviento aparece como una luz en las tinieblas, como un oasis confortante en el desierto árido y reseco. Enviados por Juan Bautista los discípulos de éste preguntan a Jesús: "¿eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Ésta es la pregunta esencial de ayer y de hoy: ¿Tú quién eres? ¿Eres tú el Mesías sal– vador, anhelado y esperado? A la pregunta inquietante de los de Juan, Jesús contesta con las obras que realiza y que fuerori ya anunciadas por los profetas como señal cierta de la llegada del Mesías: "los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son 26

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