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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANCrELI0 Dios se manifiesta en toda su plenitud, creando un hombre nuevo. En el transcurso accidentado y convulso de la historia, y también de la historia reciente, se ha tergiversado el sentido auténtico de la cruz. Se ha convirtido la cruz en el símbolo de la violencia, del des– precio, del racismo, de la opresión brutal; cuántos totalitarismos, cuántas brutales hazañas han desvirtuado el signo de la cruz. En la cruz termina un pasado y aparece la gloria, el futuro luminoso y radiante, sintetizado en las palabras al malhechor que suplica com– pasión: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". La cruz com– pendia misteriosamente todo el evangelio. Es la palabra entrañable que grita a los hombres de todos los tiempos: sólo el amor puede salvar. Porque no hemos de olvidar que Jesús no murió de muerte natural; murió por ser fiel a la gran misión de paz, de justicia y de amor encomendada por el Padre. Jesús murió porque quiso crear un mundo nuevo, sin barreras sociales, religiosas y nacionales. Jesús cumplió la voluntad de su Padre yendo hacia la muerte, porque antes había marchado hacia los hombres invitándoles a la libertad de los hijos de Dios. Se le condujo fuera de la muralla y se le cruci– ficó. No podía mantenerse en la ciudad a un hombre que despertaba las conciencias, que sacudía las estructuras rígidas y despiadadas acogiendo a los marginados, a los oprimidos, que luchó contra las leyes y prescripciones deshumanizantes. Por eso, la cruz no es signo de pasividad y resignación, sino germen fecundo de resurrección, de nueva creación, porque recuerda la fulgurante existencia de ser más vivo que ha caminado sobre la tierra. La cruz resume con trazos de sangre la vida transformante de Jesús. La cruz nos invita a ser activos y a vivir en el amor, a construir ese mundo nuevo que él alumbró con su sangre. La cruz no disipa todas las sombras que nos envuelven y abruman, pero nos desbroza el camino. En medio del misterio, en el silencio de la noche, escuchemos el grito del Crucificado: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". 246

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