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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i--ELIO actitud fatalista y despiadada. Rezar es hallar en Dios la garantía y el fundamento ultimo e inconmovible que nos orienta hacia una justicia total en nuestro comportamiento y en las valoraciones de los acontecimientos sociales. La oración no nos dispensa del esfuerzo. Nos lanza a la vida, pero nos lanza más fuertes, puesto que nuestra debilidad se ha unido a la fuerza misma de Dios. La fe cristiana lucha contra una sociología autosuficiente y cerrada a la transcendencia Hay que sentirse cristianos, con un destino ultra– mundano, pero al misma tiempo participando en la construcción de un mundo mejor, porque la "vida eterna" comienza a realizarse en la historia y a través de la historia. Ciertamente la justicia de Dios se implantará en la tierra, llegará el Reino de Cristo. Trigésimo domingo del tiempo ordinario (Le 18, 9-14) En la parábola del fariseo y el publicano, tan conocida y comentada, se reflejan y compendian dos posturas bien diferentes del hombre religioso frente a Dios. El fariseo, escrupuloso segui– dor de la Ley, se siente superior a los demás hombres; no tiene nada de qué arrepentirse, de qué avergonzarse, todo lo hace bien, cumple a la perfección las normas y los preceptos. No tiene nece– sidad de cambiar, son los otros los que deben cambiar. Entonces ¿por qué Jesús le ataca tan duramente? En primer lugar, el fariseo no sabe o no quiere saber que los dos polos de la oración son la grandeza de Dios y la indigencia del hombre. Él los sustituye por otros dos polos: sus propias virtudes y el desprecio a los demás. En segundo lugar, el fariseo mide sus relaciones con Dios bajo un aspecto cuantitativo y comercial, es decir, cuanto más y mejor se cumplan las normas, los ritos, mucho más se debe recibir de Dios. El fariseo se ha convertido en una máquina fría e inerte de cumplir fórmulas y mandatos, sin que exista una verdadera transformación en su corazón que le lleve a una actitud de amor, de justicia y de 240