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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANCi-ELIO suicidios en las naciones ricas? Cada comunidad debe revisar su forma de vida, sus objetivos, su manera de vivir y de relacionarse, la sinceridad de su preocupación por los demás, para hacer de esta página evangélica lo que desde el principio fue: la gran norma de convivencia y de evangelización. Décimo quinto domingo del tiempo ordinario (Le 10, 25-27) ¿Quién no ha oído hablar de la parábola del "buen samari– tano?" ¿Quién no ha escuchado alguna vez aquello de "ama a Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo?" Pocas parábolas tan claras, tan concretas, sugestivas y entrañables como ésta. Alguien está tirado en el camino, maltrecho y medio muerto; no importa su nombre, su país de origen, su sexo o credo religioso. Basta saber que es un hombre que necesita de la ayuda de otro para vivir. ¿Qué harás por él? No se trata sólo de amar al prójimo cuanto de saber a quién hay que considerar como prójimo. La prescripción bíblica manda amar al prójimo como a uno mismo, de tal modo que el otro se convierte en carne de nuestra carne, en hermano. Para los judíos el prójimo, el hermano es aquel que lleva la misma sangre, que pertenece a la misma raza y religión. Jesús radicaliza la norma y acaba con el racismo y el nacionalismo, acaba con las definiciones exclusivistas y la afinidad de grupos sanguíneos. Tres hombres vieron a otro abandonado y malherido; pero uno solo se sintió identificado con él, y fue precisamente un samaritano considerado por los judíos como apóstata e indesea– ble. ¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo del que cayó en manos de los bandoleros? Respuesta: "El que se mostró miseri– cordioso con él". El prójimo no se identifica con quien nos cae más simpático, con el camarada de partido y de sindicato, con quien estamos ligados por los lazos de la sangre, de la creencia religiosa o de la raza. El prójimo es aquél que me necesita, aquél a quien debo ayudar, consolar, orientar, curar. 220