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COMENTARIOS RADIOFÓNICOS EN COPE-ASTORCrA sencia fecunda y activa del Espíritu. "Yo os voy a enviar lo prome– tido por mi Padre: vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto". La Ascensión de Jesús nos habla de vida, de triunfo pleno sobre la muerte. "Subir al cielo fue la aspiración suprema del hombre antiguo. Basta recordar la hazaña de Icaro, el héroe griego que pretendió llegar el sol con sus alas de cera. Subir al cielo significa satisfacer el ansia de transcen– dencia que todo hombre lleva dentro: ¿De dónde vengo y adonde voy? ¿Para qué vivo, sufro, trabajo, amo, gozo y muero? Muchas veces he observado el movimiento incesante sobre las grandes arterias de tráfico: gentes que corren, se pasan y sobrepasan en una velocidad alocada, se dan prisa por llegar a la meta, al final del viaje. ¿Cuál es ese final? A todas esas preguntas da respuesta convincente la escena evangélica de la Ascensión de Jesús. Las palabras con que se expresa pueden cambiarse según las épocas y culturas, pero su contenido vital y esencial permanece inalterable. Aunque Cristo ha desaparecido del horizonte terrestre, sus discí– pulos saben que él sigue con ellos. Su mensaje afirma que la tierra no es una concha cerrada, sino un arco de puente, un pasaje, una arcada gigantesca suspendida entre el mundo y el supramundo: "Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seais revestidos de la fuerza de lo alto", recomienda Jesús a los suyos. Para ser testi– gos de la resurrección, para poder transcender nuestra vulgar y ramplona existencia hacia formas de vida nueva, es preciso impregnarse de la fuerza de lo alto. El cristiano no vive en un mundo cerrado y sin salida. Hay mucha miseria en nuestra tierra: dolor, hambre, droga, inmoralidad, terrorismo sangriento. No per– damos la calma y sepamos de cuando en cuando mirar al cielo, asociándonos a la Ascensión de Jesús, para descubrir por encima de las estrellas del firmamento al Padre bueno que vela por nos– otros y nos tiene reservado un puesto junto a Cristo, triunfador sobre la muerte. 209