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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANCrELIO que imprime a la palabra y a la vida de la comunidad un dina– mismo profético y purficador.De este modo la Iglesia se convierte en heredera y transmisora del saludo postrero de Cristo: "Paz os dejo, mi paz os doy". Jesús se despide con el saludo tradicional hebreo, ayer y hoy: "Shalón". Expresión que como la nuestra "Salud" incluye el deseo de todo bien, tanto material como espiri– tual. Pero Jesús imprime al saludo un significado distinto: en la paz que él transmite se evoca la presencia del mundo nuevo, tal como el evangelio nos lo describe. También el mundo tiene su paz; tiene su propia manera de hacer la paz, de garantizarla y de generar un hombre nuevo, pero ya sabemos a qué precio. Los cris– tianos, sin embargo, hemos de librarnos de falsos triunfalismos. Ni la fe, ni la comunidad de creyentes viven en una zona libre de tormentas; están siempre expuestas al conflicto en el mundo. La presencia de Cristo resucitado y la presencia del Espíritu deben impulsar al cristiano a instaurar la paz en todos los ámbitos huma– nos; esa paz, que, como fruto del amor servicial a los hombres y mujeres, debe traducirse en compromiso socio-político y estar presente allí donde están los modernos gérmenes destructores de la verdadera paz. Séptimo domingo de Pascua-Ascensión del Señor (Le 24, 46-53) La fiesta de la Ascensión, que celebramos en este séptimo domingo de Pascua y que durante siglos fue una de las fechas más emotivas y entrañables del calendario católico, escenifica y sensi– biliza una verdad que no pertenece al campo del conocimiento empírico, sino a la vivencia misteriosa de la fe: Cristo ha termi– nado su ciclo terrestre y ahora vive para siemprejunto a Dios. Pero vive también en medio de la comunidad creyente. Se perpe– túa a través de la acción misionera de sus seguidores y en la pre- 208

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