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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(rELIO en el misterio pascual de Cristo. Jerusalén, la ciudad donde se rea– lizan las promesas mesiánicas, adquiere un nuevo y definitivo sig– nificado: la cruz se convierte en el centro del mundo, según las proféticas palabras de Jesús: "cuando el Hijo del hombre sea levantado en alto, atraerá hacia Él a todas las gentes". Sustituyendo los signos evocadores de la presencia de Yahvé en su Templo, Cristo crucificado se erige en centro de un culto espiri– tual y eterno. En la persona de Jesús no falla el encuentro entre lo humano y lo divino. Este misterio de muerte y de vida es la lla– mada más apremiante, más esperanzada que hace Jerusalén a todo el que con fe viva, con corazón abierto y disponible la visita. Pidamos, pues, que los pueblos hagan realidad las ardientes frases de S. Pablo: "Ahora, en Cristo Jesús, los que antes estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo; porque él es nuestra paz, que de los dos pueblos hizo uno"(Ef 2, 13 -14)."Shalom", "Shalam", "Eirene", "Paz". De este modo "Yerusalaim, la Ciudad de la Paz", habrá recobrado su vocación universalista. Pascua de resurrección (Jn 20, 1-9) La resurrección de Cristo es el misterio central de nuestra fe. Es la realidad gozosa y fecunda que lo explica todo y polariza todo el dinamismo, todo el impulso ascendente de la existencia cristiana. El mejor comentario al evangelio de hoy lo hace la pri– mera carta de San Pedro:" Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, gracias a su gran misericordia, en virtud de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho renacer a una esperanza viva". Éste es el mensaje alegre y espe– ranzado para los hombres de nuestro tiempo. Los hombres actua– les, que han conseguido avances escalofriantes en los múltiples campos del humano saber, no aciertan a comprender el misterio de la resurrección de Jesús y consiguientemente de nuestra personal 200

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