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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO situarse para obtener las mejores prebendas. Nada de extraño, todo muy natural, entonces y ahora. Y más ahora que entonces, porque ahora las prebendas son más suculentas y abundantes. Jesús distingue dos tipos de autoridad: la de los pueblos y la de los seguidores de Jesús. En aquella época los gobernantes eran abso– lutistas y autárquicos, y ya sabemos que los dictadores ordenan y mandan como dueños absolutos de vidas y haciendas, oprimen y despersonalizan, exigen monumentos fastuosos, estatuas gigan– tescas como símbolo de su opresora presencia. Pero en la comuni– dad de los discípulos de Jesús las cosas deben ser de un modo radicalmente distinto. Aquí, mandar significa servir, Jesús pro– clama que la comunidad cristiana encierra una revolucionaria ori– ginalidad en relación con la vida de las otras sociedades: "el que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será el servidor de todos". Si estas palabras se hubiesen puesto en práctica, habrían desencade– nado el proceso revolucionario más eficiente y espectacular de la historia, no sólo en el campo religioso, sino también en el político, social y cultural. Pero nunca es tarde, porque la palabra de Jesús es siempre viva y actual, permanece intacta como una meta jamás alcanzada, y hacia la cual, cada cierto tiempo, reemprende la cara– vana su marcha. Cuando en la comunidad religiosa se actúa según las coordenadas del poder profano, se desnaturaliza su íntima estructura y el carácter particular de su misión en este mundo. El recuerdo de lo sucedido a S. Juan de la Cruz y a Fray Luis de León, figuras señeras de la poesía y de la mística, que sufrieron en sus carnes los efectos de una autoridad concebida como "domi– nio" y no como servicio, pueden hacernos reflexionar e impulsar– nos a pedir que nuestras comunidades sean comunidades frater– nas, comunidades de servicios mutuos en la fe y no de poderes de apetencias e intrigas. 164