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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO singular que confiere autenticidad y valor a todo cuanto existe. La Ascensión de Jesús es una radiante promesa para todos los insa– ciados de nuestros días, a fin de que sean fieles al cielo y no se conviertan en esclavos de la tierra. Un turista americano se encuentra con un venerable bonzo de cabeza rapada, de mirada mortecina, de rostro arrugado por la edad. Se saludan ceremonio– samente, el anciano bonzo, en pie, hace las tradicionales reveren– cias. El americano permanece rígido. De pronto el bonzo exclama: -No la encuentro. -¿Qué es lo que no encuentra usted?, pregunta el anglosajón. -La verdad que busco desde hace años. Se sienta de nuevo el anciano bonzo y, mirando las aguas tranquilas del estanque murmura: "No importa, seguiré esperando y ella vendrá a mí, puesto que yo no he podido llegar a ella". Para el creyente la Ascensión de Cristo es una garantía de que la verdad está presente y de que nos envuelve con su resplan– dor. Para hallarla basta con adherirse al Maestro y compartir con él su proyecto de vida. Domingo de Pentecostés (Jn 20, 19- 23) Pentecostés celebra el cumplimiento de la promesa de Cristo: "No os dejaré huérfanos, volveré a vuestro lado. Yo rogaré al Padre y él os dará otro abogado para que permanezca siempre con vosotros". Es el sentimiento frustrante de esta orfandad lo que impulsa a los discípulos a reunirse en casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Más que de los judíos, tienen miedo de sí mismos; sus ilusiones están a punto de marchitarse, su esperanza aparece truncada con la ausencia del Maestro, un vacío inmenso los atenaza y les hace ver con pesimismo el futuro. Pero de pronto Jesús resucitado se hace presente en medio de estos hombres ame- 132

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