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COMENTARIOS RADIOFÓNICOS EN COPE-ASTOR(¡-A día. De un modo misterioso, el vacío que los tritura se llena de la gran presencia del Crucificado. Vienen la alegría y la paz en el saludo familiar: "La paz con vosotros". Es la paz de la esperanza que ensancha el horizonte e ilumina el futuro: "Como el Padre me ha enviado así os envío yo". Los discípulos se dispersarán por los caminos del mundo para perpetuar la obra del Maestro. Esta obra maravillosa, expresada a través del poder sobre el pecado, con– siste en actualizar la reconciliación, en aunar en torno a la cruz del Resucitado a todos los hombres, cualesquiera que sea su raza, sus ideas, su cultura. La resurrección implica ya aquí y ahora una pro– funda transformación, una vida nueva que responde a una aspira– ción latente en lo más profundo de todo hombre. El cristiano no puede creer realmente en la resurrección si permite la existencia de tantas formas de muerte, sutiles y larvadas unas, llamativas y espectaculares otras: odios, injusticias, hambres, guerras, abortos, opresiones, lavados de cerebros, destrucciones de las libertades más sacrosantas e inalienables. La escena de Tomás el vacilante no es una escena del pasado; interpela, por el contrario, al hombre de todos los tiempos: "Dichosos los que han creído sin haber visto". Se trata de creer y no de saber o de ver, aunque el creyente tiene derecho a explicar su fe en unos moldes adecuados cultural– mente hablando. Lo que realmente impide a Tomás reconocer a Cristo resucitado es el escándalo de la cruz. Imposible volverse hacia el Resucitado sin percibir al Crucificado y al prodigioso viviente que vino a poner fuego en la tierra. La cruz no es un signo de pasividad frente a los hombres, frente a la vida y frente a Dios: recuerda, más bien, la fulgurante existencia del ser más vivo que ha caminado por nuestra tierra. Cuando Jesús invita a que Tomás a que se acerque y meta su mano en el costado le está diciendo que para creer en el Resucitado hay que asumir el misterio de la cruz 125