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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN0ELIO mensaje esperanzado para los hombres de nuestro tiempo. Los hombres actuales, que han conseguido avances escalofriantes en los múltiples campos del humano saber, no aciertan a comprender el misterio de la resurrección ¿Está el hombre moderno dispuesto a deponer su orgullo para renacer a una esperanza viva que aparte del camino que lleva inexorablemente a la destrucción y a la nada? Son patentes, porque lo estamos experimentando en nuestra sociedad, las consecuencias nihilistas de la pérdida de la fe en la resurrección. Sin esta certeza el mundo pierde toda fe en la vida terrestre y camina directamente al suicidio. El materialismo radi– cal, tanto de las ideologías como de las vivencias, fundado en la incredulidad, es, en último término, la causa de la catástrofe de occidente que llamamos cristiano. Esto es lo que ha denunciado con voz firme y experiencia de perseguido Solzhenitzin, autor del libro Archipiélago Gulag, que refleja los crímenes atroces de una ideología atea y nihilista. La Pascua de Jesús hay que acogerla y vivirla. Jesús no quiere que nos paremos junto a la tumba o que permanezcamos mirando al cielo, como los apóstoles en el día de la Ascensión. Imposible creer en la resurrección, en la vida sin fin de los hombres, si esa vida no lucha contra todas las formas de muerte, tan variadas y sibilinas a veces. Segundo domingo de Pascua (20, 19-31) Dos cuadros mil veces vistos, mil veces repetidos y siempre descubriendo en ellos virtualidades, matices nuevos. La ense– ñanza es la misma, pero los matices distintos. Todo gira en torno a la eficacia de Jesús resucitado en medio de sus comunidades. Los primeros discípulos viven encerrados, alienados en doradas urnas de cristal; por una parte sus sueños se han venido abajo, pero por otro lado ellos presienten en sus entrañas el amanecer de un nuevo 124

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