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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVAN(i-ELIO cía, halla el fundamento seguro para realizarse y construir una sociedad y un mundo mejores, más fraternos y más solidarios. Es hermoso pensar que Dios nos ha dado a Jesús como un servidor de los hombres, como una fuente de vida y alegría, de salvación y perdón. Aquí está, a pesar de todo, como la voz permanente de Dios que nos llama al amor, a la entrega generosa, al compromiso sin límites. Quien no ama, ya sea obispo, sacerdote o Papa, o cató– lico de "misa diaria", "no conoce a Dios". Es más bien un fariseo hipócrita, estéril e infecundo. S. Juan intuyó lo que podía pasar en la Iglesia, en nuestras comunidades, por eso, en su evangelio y en sus cartas repite hasta la saciedad, viendo el estado actual de un mundo zarandeado por las guerras, por los terrorismos, por las divisiones sangrientas entre razas y creencias: amaos unos a otros. Si el anciano Juan volviera a la tierra en Madrid, en París, en Berlín, en Sarajevo, en Bagdad, en Nueva York o Nairobi, en cual– quier región y ciudad del mundo ¿qué diría? Volvería a decirnos que es preciso reinventar el amor, en este mundo en el que el dinero corrompe y mata, la abundancia degrada y produce ham– brientos y los hombres son tan poco humanos. Y todo esto ¿por qué? Escuchemos al evangelista. "Aquí radica la condenación: En que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas". "Quien obra según la verdad camina hacia la luz". Dios no condena ni salva a nadie; es el hom– bre mismo con sus obras quien se salva o se condena . Solamente abriendo de par en par nuestro corazón a la luz que se nos ofrece podremos caminar en la verdad, porque aceptar a Jesús es sinó– nimo de amor auténtico, de justicia total, de concordia solidaria y fecunda. Quinto domingo de Cuaresma (Jn 12, 20-33) "Si el grano de tierra, caído en tierra, no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto" Esta frase resume de modo 120

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