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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANG-ELIO paz, es fiel reflejo de los obscuros e inexplicables sentimientos del corazón humano. Pero hay que esperar contra toda esperanza que las amenazas de guerras que turban la paz de pueblos y naciones desaparezcan del horizonte ensangrentado de nuestra tierra, pues en frase del beato ruso Porfirio de Glinsk, "la fe hará surgir de lo profundo del pueblo maravillas hasta entonces desconocidas, que harán renacer lo que había sido pisoteado". Te:rce:r domingo de Cuaresma (Jn 2, 13-25) En el imponente marco de la Pascua el evangelio de Juan nos presenta tres signos espectaculares, donde se refleja la ruptura entre Jesús y la antigua alianza, por una parte, y por otra parte, la continuidad de la promesa divina y su realización plena en Jesucristo; estos signos son: cambio del agua en vino, purificación del Templo, en Cristo resucitado hallamos la plenitud del culto y de la unión con Dios. La acción que Jesús realiza en el Templo podría denominarse "operación limpieza". Para los judíos Templo era sinónimo de su fe y de su nación. Era el signo visible, esplen– dente, intocable de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Destruir el Templo equivalía a destruir la nación, las tradiciones, su historia. Con motivo de la fiesta y para atender las necesidades de los peregrinos, se organizaba en torno al Templo, en el atrio de los gentiles, un gran mercado que ofrecía todo lo necesario para los sacrificios. Los más pudientes compraban ovejas o bueyes, los más humildes adquirían palomas. La presencia de los cambistas era necesaria, puesto que las ofrendas debían hacerse en moneda judía, para evitar las imágenes del emperador romano y de los dio– ses paganos que figuraban en otra clase de monedas. Pero en lugar de ayudar a los peregrinos, aquello se había convertido en un comercio descarado e insultante. Jesús termina de modo fulmi– nante con la corrupción institucionalizada: "Quitad esto de aquí, 118

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