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COMENTARIOS RADIOFÓNICOS EN COPE-ASTORC¡-A Segundo domingo de Cuaresma (Me 9, 1-9) El evangelio de este día nos presenta la escena entrañable y radiante de la Transfiguración de Jesús sobre el monte, como un haz de luz deslumbrante que esclarece el misterio de su muerte y el significado transcendente de su persona. La nube, la voz celeste, la presencia de Moisés, evocan las manifestaciones en el Sinaí y afirman que Jesús es el nuevo Moisés, el único legislador, maestro y profeta. Es un anticipo de la Pascua, puesto que a la luz de la Pascua los discípulos comprenden el destino trágico que espera a su Maestro. Pedro, el fogoso e intrépido Pedro, sintiendo en lo íntimo de su alma la voz y la paz suave, serena, que la visión produce, exclama entusiasmado: "Señor, qué bien estamos aquí". La exclamación encierra el deseo anhelante del hombre de todos los tiempos: paz y felicidad. Y estas palabras de Pedro nos dicen dónde podemos hallar esa paz ansiada: junto a Cristo, iluminados por el rostro del Salvador. Mientras Pedro habla entusiasmado, una nube fosforescente los envuelve y de la nube sak una voz misteriosa: "Este es mi hijo amado, escuchadle" Esta voz com– pendia la historia de todo el acontecer humano y cristiano. Es la voz de sus templos y campanas. El sentido de la fe cristiana con– siste en escuchar a Cristo y seguir la huella que nos traza su voz segura y orientadora. A través de la iglesia el mundo sigue oyendo la voz, la misma y auténtica voz de Cristo, según su consoladora promesa: "yo estaré con vosotros mientras predicáis y bautizáis hasta el final de los tiempos". Hoy la cruz sobre los campanarios de todas las iglesias se alza ensangrentada más que nunca con la sangre de Cristo, con la sangre de los jóvenes muertos sin rumbo, con la sangre de los misioneros asesinados por secretos y obscuros intereses, con la sangre de los creyentes e increyentes muertos sin sentido en la Tierra de Jesús. La historia de los enfrentamientos entre árabes y judíos en Belén, patria del Príncipe de la paz, patria de Aquél que proclamó bienaventurados a los portadores de la 117

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