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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EYANCrELIO de solidaridad.Debo aceptar este acontecimiento, debo dejarme modelar y configurar por él. Para aceptarlo y comprenderlo tengo que cambiar de rumbo, reorientar mis relaciones con Dios y con mis hermanos los hombres. Jesús proclama una nueva concepción de la existencia humana y de la hístoria de los hombres fundada en el amor, en la justicia, en el servicio humilde y fecundo. El cambio afecta a lo más íntimo de cada uno. Jesús sabe que es inútil toda enseñanza, que es inútil pretender crear nuevas formas sociales, si los hombres permanecen corrompidos en sus criterios, en su amor propio, en la adoración narcisista del propio yo. Por eso, antes de propugnar un cambio de estructuras, Jesús propone vencer el ego– ísmo, la hipocresía, el orgullo, el ansia de poder, la apetencia des– piadada y desmedida de riquezas. Las formas sociales, corruptas y viciadas. No nacen por generación espontánea, son fruto de cada hombre y de cada mujer en concreto Hoy se cambian alegremente estructuras y maneras de vivir y de pensar; formas aparentemente nuevas y modernas, pero que en el fondo son las mismas si el hombre si el hombre sigue siendo el mismo de antes. La conversión que proclama el evangelio no es sólo el ino– cente propósito de enmienda que hacíamos de niños, sino una trans– formación total y radical de nuestras relaciones radicales con Dios y con los hombres. Todavía se discute hoy infantilmente si es primero el amor o la justicia. Bonita manera de lavamos las manos. El amor evangélico es la justicia y mucho más; y la justicia evangélica incluye necesariamente, irremediablemente el amor. Jesús, recha– zando las tres tentaciones, afirma que lo último y decisivo es encon– trar a Dios y desde ese encuentro orientar en plenitud nuestra exis– tencia.Nosotros, en este tiempo de Cuaresma, tiempo propicio para la introspección silenciosa, invoquemos al Señor con las palabras del escritor Azorin: "Señor, dame un momento de reposo; tengo en mi espíritu un profundo cansancio". 116