BCCCAP00000000000000000000728

REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANGELIO Jesús y 'el alcance de su misión salvadora. Tres afirmaciones diá– fanas y lapidarias vertebran y describen el sentido del pasaje entero: "En el principio existía la Palabra. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Nadie vio jamás a Dios; el Hijo único es quien lo ha reve– lado". Con Cristo, Dios rompe su silencio. Todos tenemos expe– riencia del silencio de Dios. Cuántas veces angustiados, desorien– tado le pedimos esto y aquello, le gritamos y exigimos que nos dé una señal, que nos indique el camino. ¡Y nada! Dios parece sordo y mudo. Sin embargo, Dios ya ha hablado y sigue hablando por medio de Jesucristo. Frente a una historia muchas veces absurda, porque destruye por el odio y por la muerte, sutilmente disfrazada de mil engañosas formas, la propia obra de la historia, el evange– lio nos llama a la esperanza, pues la "Palabra se hizo carne" y sigue presente y actuante en medio de nosotros, porque ha plan– tado su tienda en el corazón de la historia como fuente inagotable de vida, de luz y de amor. Por eso los hombres no pueden ya acu– sar a Dios de ser "el eterno silencioso". En Cristo podemos ver el verdadero rostro de Dios. El evangelista Juan emplea la frase "se hizo carne", expresión semita que significa: se hizo compañero de viaje, hermano de sangre y de raza, se hizo solidario con nosotros. Está ahora aquí, no como un recuerdo sino como una presencia. Está encarnado en cada hombre, en ese que pasa a nuestro lado, en aquél a quien ayer le negamos el saludo. Hoy más que nunca el hombre está incierto de su destino, "está temiendo siempre ser lanzado nuevamente a la nada de la que salió y duda acerca de si hay algo o no hay algo al final de la escalera". La seguridad nos viene de Jesucristo. Palabra encarnada en nuestra historia. 104

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz