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REFLEXIONES DOMINICALES SOBRE EL EVANCrELIO una habitación. Hay esperas pasivas que vacían a los hombres. La verdadera espera humana es un acto de transfigurar el ser. Se trata de transformar el mundo de los pobres para que sea más humano. Pero se trata también de acoger el mundo de Dios, en el momento en que aparezca el radiante destello de su luz. Segundo domingo de Adviento (Me 1, 1-8) En este segundo domingo de Adviento se nos transmite una noticia alegre y esperanzada Así lo dice el evangelista Marcos, como si de una crónica de sucesos se tratase: "Comienzo del evan– gelio de Jesucristo, Hijo de Dios". Jesús de Nazaret es verdadera– mente un Hijo de Dios para nosotros, un Dios que ama al hombre y se revela en el amor. La alegre noticia de Jesús no brota de la historia ni se explica sólo por ella, aunque se arraiga ciertamente en ella: Es la irrupción en el mundo de la novedad de Dios. Una noticia esperada, pero también y al mismo tiempo inesperada y sorprendente. La alegre noticia está en el hecho de que Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado y es el Hijo de Dios, el Señor, y sigue presente en el corazón creyente de todos los tiem– pos. La fe de los primeros cristianos en Jesús resucitado era una quemadura, una erupción, una brecha. También para nosotros Jesús y su evangelio continúan atravesando los muros, abriendo las tumbas, suscitando y resucitando la humanidad de Dios. Juan el Precursor, lo mismo que el evangelio entero, se interesa única– mente en proclamar un hecho. En Jesús de Nazaret ha llegado el Reino de Dios, y la llegada del Reino suscita un movimiento, exige una respuesta. Dos veces se repite la palabra "proclamar"en este breve pasaje: "Apareció Juan proclamando un bautismo de conversión"; "Juan proclamaba: detrás de mí viene el que es más fuerte que yo". La palabra "proclamar" alude siempre al conte– nido central del evangelio en su doble aspecto de intervención de 98

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