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Seguramente habéis oído hablar mucho de S. Francisco de Asís, pero menos, mucho menos de Santa Clara. Nosotras que somos hijas de tan insigne madre y seguidoras de su preciosa espiritualidad queremos con este motivo de nuestro centenario daros a conocer a esta mujer excepcional. A pesar de haber pasado ocho siglos de su paso por la tierra, dejó tal rastro de sus huellas y tal atractivo en su vida que ha podido llegar hasta nuestros días con nombres tan sugerentes como "mujer nueva", "icono de la Virgen María", a quien siguió tan de cerca que pudo llegar a ser como una imagen de la Virgen por sus virtudes excel– sas, derivadas todas de la altísima pobreza que practicó heroica– mente, siguiendo a Cristo desde el pesebre hasta la Cruz. Santa Clara podía decir como San Francisco: "Conozco a Cr isto pobre y crucificado, y no necesito nada más" "Dios mío y todas mis cosas". Nació en el año 1193. Fue aristocrática desde la cuna, de un nobilísimo linaje, cuyo castillo de caballeros mil itares abundaba en bienes de fortuna. Su madre, Hortolano era una mujer de profunda piedad que, cuando esperaba a su primogénita, estando en oración, tuvo una reve– lación sobrenatural oyendo las si– guientes palabras: "No temas, mu– jer, porque alumbrarás felizmente una luz que iluminará el mundo". Tras haber oído este oráculo tan consolador, Doña Hortolano no dudó en poner a su primera hijita 3

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