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"Llegada ya la noche del sábado, la devota hija enciende una candela, con una seña, no con palabras, trae a la memoria de la madre, el man– damiento del padre Francisco. Porque es de saber que le había man– dado el santo que no dejara pasar un solo día sin comer algo. Estan– do, digo, aquella delante, Clara cual si volviese de otro mundo, profi– rió esta frase: ¿qué necesidad hay de luz? ¿Es que no es de día? Madre -repuso la otra-, se fue la noche, y se pasó un día, y volvió otra noche. Clara contestó: Bendito sea este sueño, hija carísima, porque lo que tanto he ansiado me ha sido concedido. Mas guárdate de contar a na– die este sueño mientras yo esté con vi– da". (Leyenda de Santa Clara, virgen) Estando así como hemos visto, en la contemplac ión de los misterios de la Cruz, llegó a la más alta identificación con Cristo. Éste desposorio místico con Él, es lo que dio sentdo pleno a toda su vida y pudo exclamar entonces, como la esposa del Cantar de los Cantares: " ... iAtráeme!, correremos a tu zaga, al olor de tus pe"fumes, ioh Esposo celestial! Correré y no desfalleceré hasta que me introduzcas en la bodega, hasta que me abraces deliciosamente y me be– ses con el ósculo felicísimo de tu boca." 13
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