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Santa Clara ha sido fascinada por Cristo y iCristo es su Vida! Él está en el origen, en el desarrollo y en la meta de su espirituali– dad. Atraída de este modo por Jesucristo (pobre y crucificado) ya no puede amar si no a Él y encuentra en su vida virginal una fuente de gozo inextinguible. Su amor divino colma todos sus anhelos. El amor de Santa Clara es un amor contemplativo que la tiene en una tensión continua de oración, en una mirada silenciosa, admira– tiva, enamorada, hacia el rostro de Cristo en su Pasión, Crucificado, isu Esposo divino! Así lo enseña y escribe ella a una de sus hijas, Santa Inés de Praga, princesa de Bohemia: "Observa, considera, contempla, con deseo de imitarlo, ioh reina nobilísima!, a tu Esposo, el más bello entre los hijos de los hom– bres, hecho por tu salvación, el más vil de los varones, despreciado, golpeado, muriendo entre atroces angustias en la Cruz". "La sabiduría de la Cruz la elevó al vértice de la espiritualidad franciscana." Clara lleva la Pasión de Cristo en su corazón como lo prueba el siguiente suceso. Una Semana Santa (1225), la conmemora en un éxtasis de amor y de unión a los sufrimientos de su divino Esposo Crucificado. El día de la Cena, hacia el anochecer se retiró en su celda, y puesta ya en oración, con angustiosa tristeza, quedó recostada en el lecho, per– maneciendo de jueves a sábado, más de 24 horas abstraída e insensi– ble, sin alimento alguno, con la mirada fija en la visión del Amado su– friente, crucificada con Él, siempre en la misma actitud. Así la encontró la hermana, hija de su confianza, que alarma– da, viendo su tardanza en despertar, la visitó repetidas veces, encon– trándola siempre en la misma actitud. 12
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