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Entre tanto , Clara ya había com– prendido que su vida y la de las Herma– nas, era una vida entregada a la ora– ción , en unión esponsal con Cristo para la salvación del mundo. Así ella ayuda– ría a Francisco y sus Hermanos en la misión de extender el Reino de Dios en el mundo. Desde su vida escondida en San Damián, ofreciendo a Cristo suma- mente amado, una alabanza continua y una intercesión constante por los in– tereses de su Señor; ella y sus hijas serían las lámparas encendidas, que jamás debían apagarse. Su centro era siempre Cristo Jesús, escondido en el Sagrario con el que compartían su propia vida. Tenían que agradecer al Señor el gran privilegio de tener la Divina Eucaristía, algo que en el lejano siglo XIII era apenas posible. Pero, en efecto, por algunos restos de monu– mentos y excavaciones antiguas, se ha podido comprobar que este pe– queño convento de San Damián fue el primer Santuario eucarístico de Italia. Clara es la gran adoradora de la Eucaristía, juntamente con sus Hermanas. Seguramente pondrían en práctica aquellas normas que se descubrieron en unos escritos antiguos del siglo XII: "Desde el despertar que vuestros pensamientos se dirijan a la Eucaristía conservada en el altar de la Iglesia, para adorarla de rodi– llas y vueltas hacia Ella diciendo: // ¡,SAive, fJrincipio de ouestrA creAcióo! ;,SAive, CAUSA de nuestro rescAte! ¡,SAive, '1.)iÁtico de ouestrA pere9rinAcióo! ;,SAive, ~ecompeosA suspirAdA !J deseAdA!" 10

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