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las tinieblas, entre el pecado y la gracia, entre el espí– ritu y la carne. La libertad es un don maravilloso de Dios, cierto. Pero el hombre consciente sabe cuánto riesgo y cuánta responsabilidad comporta. Dios tam– bién lo sabe -lo sabía desde siempre- y, con todo, nos hizo libres. Las formas depravadas de la libertad presentan un mapa sombrío y causan problemas de fe cuando nd se posee un hondo sentido de Dios. Nos sale de nuevo al encuentro el hombre de la calle, perturbado y hasta irritado: ¿Cómo puede permitir Dios todo esto", Dios, si es que existe, no puede tolerar esto". En el fondo de estas expresiones hay una especie de acusación de culpabilidad a Dios, olvidando que "todo esto" sucede porque se descartan o se conculcan los derechos de Dios. El hombre de la calle olvida que el hombre pue– de "oponerse" a Dios y, de hecho, se opone cuando abusa de su libertad y peca. La libertad pervertida y depravada del hombre es la causante de todas las formas de la pasión, de la in– justicia, del desorden, del mal que el hombre de la ca– lle resume en "todo esto": -niños abandonados, fruto del placer instintivo, que acaban en la inclusa, -niños que mueren de hambre en un mundo de abundancia y de confort, -niños y mujeres indefensas que pierden la vida en una acción bélica, -ciudadanos pacíficos víctimas del terrorismo en la calle o en una cafetería, -almas buenas, torpemente manchadas por la difa– mación y la calumnia, 96

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