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sable de sus opciones, de sus decisiones y de su ac– tuación. Toda ingerencia de la sociedad en la intimi– dad personal mediante la coacción física o moral pue– de calificarse, sin más, como intolerable abuso. Los límites de la libertad en el foro externo vendrán traza– dos por el bien común y por el respeto al "justo orden público". Existe, pues, la libertad. El hombre es libre ante todo, no por sus disposiciones subjetivas, sino por su misma naturaleza. La libertad es un derecho natural, un don de Dios, creador de la naturaleza. ¿Qué es, realmente, la libertad? El Concilio nos ofrece una definición descriptiva que va a orientar nuestras reflexiones: "La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es deGir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la pre– sión de un ciego impulso interior o de la me– ra coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiene a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse necesaria– mente en la gracia de Dios"- (Const. sobre la Iglesia en el mundo actual, p. 1, c. 1, n. 17) La doctrina católica sobre la libertad es de un rea– lismo convincente. El hombre es autónomo en el sen- 94

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