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nacido en un país que practica "esa religióo" y porque "mis padres lo quisieron". Mi religión me ha venido impuesta por factores externos. -La misma forma de vida está condicionada por unas estructuras que me han sido impuestas. Tam– poco me dieron opción para escoger mi profesión ni mi trabajo. -La posición económica y social de mis padres ha orientado definitivamente mi futuro y ha condicio– nado mi puesto en la vida. No se es generalmente albañil, guardia de tráfico o ingeniero por voca– c1on, sino por condicionamientos radicalmente distintos. En estas circuntancias ¿puede hablarse de liber– tad? ¿Qué espacio queda para la libertad si te han im– puesto la vida, las estructuras, las costumbres, la pro– fesión, la religión y la misma forma de vida? Y ya en el terreno moral, ¿qué margen de libertad se puede admitir con sinceridad teniendo en cuenta que has sido sometido constantemente a la acción de un aprendizaje que, en el fondo, es un lavado de cere– bro; a unas estructuras más fuertes que tú mismo, a formas de vida que te aprisionan aunque no quieras? Por otra parte, hay que contar coo la herencia. ¿Qué libertad puede gozar quien ha nacido de padres tarados, quien lleva en su sangre una "herencia maldi– ta" de alcoholismo, de estupidez o de delincuencia? El problema se agudiza aún más si profundizamos en los bajos fondos del crimen y del pecado. "El crimen -se ha dicho- obedece siempre a 92
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