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ganarlo, si no lo tiene, se queda sin comer. Y Cris– to ha dicho expresamente: "Venid, benditos ... por– que tuve hambre y me disteis de comer". Y el hambriento sacia su hambre si se le sienta a la mesa, no con discursos demagógicos contra los ri– cos. Y la solución a más corto o largo plazo está en la convicción profunda y práctica de que el pobre tam– bién es persona humana. En plata, que -desde Dios– todos somos hermanos. Desde esta óptica todo lo que hagan los hombres por defender los derechos de los más débiles -siempre que los procedimientos sean igualmente nobles y justos- será una colaboración a implantar en el mundo los "Derechos de Dios". 3. Derecho a la libertad El Concilio ha dado con el calificativo preciso al hablar de la libertad como el valor que encuentra más sensibilizada la conciencia del hombre moderno. La li– bertad es "grande" y suscita el entusiasmo del hom– bre contemporáneo. "Y con toda razón". La libertad es, en algún sentido, el derecho de más convocatoria en nuestro tiempo. Sirvió de "slo– gan" a la revolución francesa y hoy preside solemne– mente una de las ciudades más importantes del mun– do. De un modo o de otro, lo que más apetecen los in– dividuos y los pueblos es la libertad. La libertad, que figura en un puesto relevante en el ordenamiento jurí– dico de todos los países del mundo, adquiere su má– xima dimensión y su más sólida tutela desde los dere– chos divinos. En rigor, la libertad es sagrada porque 86

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